Autores:
Luis Alberto López Rafaschieri y José Alberto López Rafaschieri
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En teoría, el Cesta Ticket cumple dos funciones económicas que justifican su existencia: cubre una parte del gasto alimenticio de los trabajadores y supuestamente elimina el efecto inflacionario del dinero que imprime el banco central. Pero además del anglicismo innecesario de decir “ticket” como si el castellano no tuviera palabras equivalentes, el Cesta Ticket es para nosotros una opción que no merece su popularidad actual, dadas su utilidad práctica y naturaleza.
Quienes defienden la creación de estos boletos creen que eliminan el efecto inflacionario, pero el comerciante que recibe los Cesta Tickets va igual al banco y los cambia por efectivo, así que el efecto inflacionario del dinero que imprime el banco central se mantiene inalterado, en vista de que la masa monetaria no sufre disminución alguna. Y se suma el agravante de que con los Cesta Tickets la transacción se hace más compleja, sin olvidar que el propio gobierno debe destinar recursos adicionales para la custodia y administración de estos papeles.
Por otro lado, el trabajador puede ir al supermercado a comprar licor o artículos de lujo con sus Cesta Tickets sin ningún impedimento, lo cual anula la otra ventaja teórica de estos billetes.
Sin embargo, lo que en realidad nos parece más inconveniente del Cesta Ticket es su relación potencialmente perversa con el sector privado y el poder político. Las compañías que imprimen estos certificados son empresas particulares que no tienen la misma supervisión legal, ni la seguridad, de un banco central. Sus actuaciones llevan registros que no son públicos, sus instalaciones son mucho más vulnerables ante el crimen y su funcionamiento en sí es un total misterio para la mayoría de los ciudadanos. Aspectos que facilitan la corrupción y permiten que el poder ejecutivo imprima papel moneda sin el debido control institucional.
Por esto no vemos ninguna ventaja en el uso de los Cesta Tickets, pues si de verdad se quisiera favorecer al trabajador, simplemente se aumentaría su salario convencional sin necesidad de complicar el proceso mediante la creación de un papel moneda paralelo. Mas como ocurren las cosas, los que en realidad ganan con estos instrumentos son las empresas privadas que adquieren el privilegio de imprimir dinero, y el poder ejecutivo que se salta los controles monetarios del banco central.
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