viernes, 12 de agosto de 2011

Chavismo, hacinamiento penitenciario y criminalidad

Autores:
Luis Alberto López Rafaschieri y José Alberto López Rafaschieri
www.morochos.org

Como si no fueran suficientes los insólitos niveles de absentismo entre jueces y fiscales, su especialidad en archivar/olvidar los casos, las deterioradas condiciones económicas, las ideas contra la propiedad privada que ha sembrado el chavismo, los anti-valores que Chávez promueve con palabras y acciones, y el clima de anarquía fomentado desde el gobierno central en beneficio de determinados sectores, la infraestructura del sistema penitenciario también está en contra de que Venezuela sea un país más seguro.

En 12 años, Chávez no sólo olvidó actualizar el sistema eléctrico nacional, sino que, por la misma negligencia, la infraestructura penitenciaria venezolana sigue siendo prácticamente la misma de hace una década. Esto ha causado niveles alarmantes de hacinamiento que crean barreras en contra de que los jueces manden a más personas a prisión.

Las cárceles venezolanas están hirviendo en protestas debido a los retrasos procesales y a las inhumanas condiciones en las que vive el recluso. Ante esta realidad, el gobierno sabe que si aumenta todavía más la población carcelaria, las prisiones podrían volverse incontrolables. Mas como suele ocurrir bajo el chavismo, quienes pagan los platos rotos son los ciudadanos honestos que deben ingeniárselas para sobrevivir a la inseguridad, y conseguir justicia en un país donde la impunidad es, para los delincuentes, una posibilidad más cierta que el castigo.

Cuando Chávez llegó al poder en 1999, las cárceles y la inseguridad ya eran un problema; sin embargo, el chavismo ha añadido nuevos elementos para crear su propio espiral vicioso, empeorando la situación para las prisiones y las víctimas: Las políticas erradas y los anti-valores del chavismo han significado más criminalidad -por ejemplo, se esperan 19 mil homicidios en 2011-, esto ha llevado a más delincuentes a las abarrotadas cárceles, las cuales alcanzan nuevos límites, empeora el hacinamiento y florecen las protestas, generándose el obstáculo de no poder incrementar las detenciones, repercutiendo todo al final en más delincuentes en las calles, y la sensación de que no hay consecuencias para quienes violen la ley.


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