jueves, 27 de octubre de 2011

El criterio de Copenhague y América Latina

Autores:
Luis Alberto López Rafaschieri y José Alberto López Rafaschieri
www.morochos.org

Uno de los mitos de la izquierda radical latinoamericana asegura que el modelo de estado que desean políticos como Hugo Chávez y Fidel Castro es el mismo que impera en países como Suecia, Dinamarca y España.

Irónicamente, en una de estas sociedades que los izquierdistas de América Latina ven como ejemplo de socialismo, Dinamarca, los países de la zona euro se pusieron de acuerdo para establecer los requisitos político-económicos generales que debía cumplir todo estado que aspirara formar parte de la Unión Europea.

Según "el criterio de Copenhague", políticamente, un país que desee integrarse a la zona euro debe ser una democracia donde exista el imperio de la ley, se defiendan los derechos humanos, y se respeten las minorías. Sin embargo, en vista de que buena parte de los ciudadanos de Latinoamérica aún cree en los beneficios de la democracia pese a la propaganda de la dictadura de Cuba, uno de los aspectos más interesantes de "el criterio de Copenhague", si lo relacionamos con América Latina, es lo que se establece acerca del modelo económico.

En 1993, en Dinamarca, los representantes de la Unión Europea dictaminaron que los países que quisieran ser miembros de este importante grupo debían ser economías funcionales de libre mercado, con la capacidad de competir con las otras fuerzas de la Unión.

Europa cree que la configuración político-económica más adecuada es la mezcla de la democracia y el libre mercado; en contraste, los países de la Alba -Cuba, Venezuela, Nicaragua, Ecuador y Bolivia- proponen esquemas autocráticos con economías socializadas. Saber quiénes van por mejor camino es fácil, difícil es hacer que los latinoamericanos indaguen sobre las contradicciones del socialismo castrista, aunque ninguno de ellos quiera vivir en La Habana sino en Madrid.


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viernes, 21 de octubre de 2011

La ilusión chavista para el presupuesto 2012

Autores:
José Alberto López Rafaschieri y Luis Alberto López Rafaschieri
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46% de aumento en el gasto público e inflación en declive son las expectativas del Ministro de Planificación y Finanzas de Venezuela, Jorge Giordani, para el año que viene. Dicho de otra forma, el economista supone que al aumentar el gobierno de Chávez casi en cincuenta por ciento los gastos ordinarios, la hiperinflación socialista del siglo XXI detendrá su vertiginoso ascenso, y se ubicará en 2012 unos puntos por debajo de su nivel actual (entre 20 y 22 por ciento).

Los venezolanos presenciaríamos un hecho económico fuera de lo común si esto ocurriera, porque el gobierno de Chávez habría sido capaz de aumentar descomunalmente el gasto público, en medio de una de las peores crisis inflacionarias del mundo, y al mismo tiempo habría reducido la tasa de variación del índice de precios al consumidor, lo que echaría por tierra muchos de los principios de macroeconomía contemporánea.

¿Cómo pensará Giordani que puede el gobierno venezolano aumentar drásticamente su demanda de bienes y servicios y evitar que los precios sean empujados hacia arriba? Sobre todo en un país donde el sector público tiene tanto protagonismo en la economía, y donde el sector privado viene poco a poco retirándose de la escena gracias a las políticas anti-empresariales del gobierno.

Consideremos, por ejemplo, que desde este año los alquileres se han ido a las nubes por culpa de las nuevas leyes de arrendamiento aprobadas por los chavistas, o que muchos productos de la cesta básica sólo se consiguen a elevados precios en mercados negros también por las medidas del gobierno. En ese contexto de oferta estrangulada, Giordani nos dice a los venezolanos que encima el gobierno aumentará técnicamente en 50% sus gastos y que la tasa de inflación no sólo no se verá afectada, sino que además tenderá a la baja. ¿Será que le creemos?


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jueves, 13 de octubre de 2011

El TLC Colombia-EEUU: ¿Qué celebra Santos?

Autores:
José Alberto López Rafaschieri y Luis Alberto López Rafaschieri
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Ante el anuncio de que el Congreso de Estados Unidos aprobó el Tratado de Libre Comercio con Colombia, el Presidente Juan Manuel Santos expresó su satisfacción, indicando que la medida traería empleo e inversión a la región andina.

Y no es falso que la apertura comercial trae por lo general mayores beneficios económicos que poner trabas al intercambio, como infinitamente nos han demostrado los sistemas económicos cerrados, pero ello no implica que las políticas de liberalización del comercio deban aplicarse sin tomar en cuenta criterios políticos, error en el que también incurren una y otra vez los gobernantes afiliados a esta ideología.

El tratado de apertura comercial con Estados Unidos lo más probable es que aumente el flujo de inversiones de empresas norteamericanas que quieran asentarse en territorio neogranadino para distribuir sus productos desde ahí al resto de América del Sur, lo malo es que, según los estudios de opinión, la mayoría de los colombianos considera que este acuerdo perjudicará a las empresas locales y es desfavorable para el país, teniendo sólo un 33% de la población una opinión positiva; mientras que los sindicatos ya han levantado su voz en contra del mencionado convenio.

Santos puede ser un gran economista graduado en las mejores escuelas de negocios del mundo, seguramente es capaz de ver oportunidades de desarrollo económico en el tratado comercial con EEUU. Lamentablemente para él, gobernar no es sólo revisar el crecimiento del PIB y la inflación, hay que escuchar a la gente, formar consensos y velar porque los intereses de todos sean atendidos. Si los colombianos no querían TLC con Norteamérica fue un error el imponérselos desde arriba, porque por más que uno comparta determinado modelo de desarrollo, nunca debe olvidar que, en las repúblicas democráticas, el pueblo es el soberano.


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miércoles, 12 de octubre de 2011

El Gran Polo Patriótico: 4 palabras, 3 partidos

Autores:
José Alberto López Rafaschieri y Luis Alberto López Rafaschieri
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Chávez no ha dejado de hablar del Gran Polo Patriótico desde hace unos días, y en la prensa oficialista a cada rato se informa de los avances del registro de organizaciones sociales que se suman a la conformación de este bloque unitario que trabajará por un tercer mandato para el Presidente Chávez.

Supuestamente fueron miles las agrupaciones sociales que tan sólo el primer fin de semana de jornadas de inscripción acudieron al llamado de Chávez de formar el Gran Polo Patriótico, bajo el lineamiento de que para las elecciones de 2012, a diferencia de comicios anteriores, se "impulsará el protagonismo de los pequeños colectivos".

Con esta estrategia, el partido de gobierno estaría intentando enfrentar la numerosa coalición de partidos opositores, adscritos a la Mesa de la Unidad Democrática, con una alianza de pequeñas agrupaciones sociales comandadas por el PSUV.

Chávez sabe que El Gran Polo Patriótico tiene más palabras que partidos, y que, desde su llegada al poder, conforme van pasando las elecciones se han ido quedando en el camino sus aliados. Hoy al partido de Chávez lo acompañan solamente el Partido Comunista de Venezuela y la Unidad Popular Venezolana, contándose la salida del PPT como la más reciente deserción sufrida por el bloque oficialista. La pregunta es, ¿podrán llenar estos pequeños colectivos el espacio dejado por los partidos en la alianza chavista?


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jueves, 6 de octubre de 2011

Chile: ¿Indignados después de 20 años?

Autores:
Luis Alberto López Rafaschieri y José Alberto López Rafaschieri
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La izquierda gobernó en Chile por 20 años consecutivos. En ese período, los únicos momentos de gran inestabilidad popular ocurrieron a principios del gobierno de Michelle Bachelet, en 2006, cuando hubo fuertes protestas estudiantiles que demandaban mejoras en la educación pública, pero el asunto se resolvió rápidamente. Después de eso las calles regresaron a la tranquilidad, pasaron los años, y nadie parece haber notado ningún problema con el sistema educativo, pues Bachelet deja la presidencia con casi 80% de popularidad.

En 2010 llega al poder un gobierno de derecha, y en menos de dos años los activistas de la izquierda chilena comienzan a recordar cosas que habían olvidado desde hace dos décadas.

En 20 años, los partidos de la Concertación chilena tuvieron el poder, los recursos y el tiempo necesario para reformar completamente la instrucción secundaria y profesional, ¿será que se les pasó que la educación podía ser gratuita, y que las universidades privadas necesitaban mejores reglas?

Creemos que el Estado debe ofrecer educación gratuita a todo nivel, como piden los manifestantes en Chile, sin embargo, no compartimos con ellos la idea de que al sector privado se le prohíba generar ganancias con colegios, universidades o institutos de formación de cualquier tipo. Sacar al sector privado del sistema educativo sólo producirá una educación tan tercermundista como la de Cuba, o la de los otros países que han probado ese modelo (sin premios Nobel ni reconocimiento internacional). Y tampoco estamos de acuerdo con que los movimientos de izquierda rompan el juego democrático incendiando las calles cada vez que una ideología diferente llega al poder en Latinoamérica. Hay otros modos de exigir cambios sin necesidad de promover saqueos y violencia, como cuando gobernaban Lagos y Bachelet.


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