Autores:
Luis Alberto López Rafaschieri y José Alberto López Rafaschieri
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Desde Franklin D. Roosevelt -1933- hasta la actualidad, todo nuevo Presidente estadounidense que ha hecho uso de su derecho a postularse por la reelección consecutiva una sola vez, ha conseguido siempre un segundo mandato, con las únicas excepciones de Jimmy Carter y George Bush padre.
Si convertimos esto en una estadística, diremos que cualquier Presidente de Estados Unidos que se encuentre en su primer período, tiene un 83% de probabilidades de ser reelecto para un segundo ciclo presidencial inmediato.
Se podría pensar que estos Presidentes-candidatos fueron muy eficientes y por eso fueron premiados con un segundo mandato. Pero resultaría incoherente asumir que tantos mandatarios distintos, con personalidades distintas, con problemas distintos y en tiempos distintos, hayan sido tan destacados de manera sucesiva como para producir la altísima probabilidad de 83% de ser reelecto en Estados Unidos.
En consecuencia, lo que estos números nos demuestran es que, en Estados Unidos, ser Presidente y candidato al mismo tiempo constituye una enorme ventaja que rompe las condiciones de igualdad que deberían existir en unas elecciones limpias. Pues quien ostenta la primera magistratura de la nación tiene a su alcance recursos extraordinarios que no poseen sus contrincantes electorales.
Y esto ocurre en un país como Estados Unidos, donde las instituciones funcionan mejor que en la mayoría de las naciones del planeta, y donde la reelección presidencial consecutiva está limitada a una sola vez.
Imaginemos entonces cómo serán las ventajas de los Presidentes-candidatos en los países menos desarrollados y cuando la reelección presidencial consecutiva no tiene límites.
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