jueves, 18 de octubre de 2007

De los procesos electorales en las dictaduras

Autores:
Luis Alberto López Rafaschieri y José Alberto López Rafaschieri

www.morochos.org

“La gente que vota decide nada. La gente que cuenta los votos decide todo”

Joseph Stalin. Dictador Soviético

Toda forma de gobierno necesita el reconocimiento popular para mantenerse en el poder. En este sentido, celebrar elecciones periódicamente ha demostrado ser uno de los mejores mecanismos para “convencer” a todos -dentro y fuera del país- de que se cuenta con el respaldo del pueblo.

Lógicamente, cada forma de gobierno tiene sus características propias que la definen, cada una tiene un modo peculiar de hacer las cosas, como por ejemplo, la manera de interpretar la voluntad popular. En esta oportunidad, analizaremos un incomprendido fenómeno de las autocracias, una realidad que puede parecer una contradicción: las dictaduras tienden a realizar elecciones.

¿Por qué hacen elecciones?

La mayoría de los oprimidos concibe al dictador como una persona autosuficiente, invencible y fuerte, que no necesita de nadie más para mantenerse en el poder. Esto no es cierto, la realidad es que el dictador necesita de cómplices que lo ayuden a subyugar a los ciudadanos que hayan elegido como víctimas.

Además, para los dictadores es fundamental engañar a tantos como puedan, haciendo creer a los ciudadanos que todo el país los apoya. Por lo tanto, hacer elecciones en las dictaduras tiene un objetivo propagandístico, porque mientras muchos crean que el dictador cuenta con la mayoría del pueblo, tiene más probabilidades de permanecer en el poder. Esto permite vociferar que todo el que se opone al dictador se opone al pueblo y quien se opone al pueblo no es demócrata.

Se busca enviar un gran mensaje a la nación y al mundo, informando que el dictador, a pesar de todas las críticas y crímenes, sigue contando con el respaldo unánime de la población.

Por razones obvias, la gente se siente más confiada cuando cree que está apoyada por los demás, y tiene más dudas de hacer algo cuando piensa que está en contra de la mayoría. Aquello que es “reconocido por todos” es difícil de cuestionar. De acuerdo con el principio de sugestión, mientras más convencidos tiene una idea, más seguidores tenderá a encontrar.

Por otro lado, las elecciones permiten liberar las presiones internas y externas, y dan una pequeña esperanza a la población, ya que la ilusión de ganar está siempre presente. Por eso algunas dictaduras establecen en las leyes la obligatoriedad del voto, debido a que los boicots electorales impiden que se libere presión social, lo que podría provocar estallidos de otras naturalezas si no se encuentran salidas a las demandas de los ciudadanos.

Los hechos

América:

François Duvalier: Dictador haitiano. Realizó elecciones y nunca perdió.

PRI: Estableció una dictadura de partido en México que duró más de 70 años. Sólo perdió una de las innumerables elecciones que organizó.

Hugo Banzer Suárez: Dictador boliviano. Organizó elecciones y siempre ganó.

Augusto Pinochet: Dictador chileno. Realizó elecciones, perdió pero no entregó inmediatamente y cuando lo hizo siguió siendo Comandante en Jefe de las Fuerzas Armadas y luego Senador vitalicio de Chile.

Manuel Noriega: Dictador Panameño. Realizó elecciones y nunca perdió.

Marcos Perez Jiménez: Dictador venezolano. Realizó elecciones y no perdió.

Fulgencio Batista: Dictador cubano. Realizó elecciones y nunca perdió.

Fidel Castro: Dictador cubano. Realiza elecciones en donde nunca pierde su partido.

Alberto Fujimori: Dictador peruano. Realizó elecciones y nunca perdió.

Anastasio Somoza Garcia: Dictador nicaragüense. Realizó elecciones y nunca perdió.

Anastasio Somoza Debayle: Dictador nicaragüense. Realizó elecciones y nunca perdió.

Alfredo Stroessner: Dictador paraguayo. Realizó ocho elecciones presidenciales y nunca perdió. Gobernó 35 años.

Jean-Bertrand Aristide: Dictador haitiano. Realizó elecciones y nunca perdió.

Resto del mundo:

Alexander Lukashenko: Dictador bielorruso. Realiza elecciones y nunca pierde.

Pervez Musharraf: Dictador de Pakistán. Hace elecciones y siempre gana.

Robert Mugabe: Dictador de Zimbabwe. Realiza elecciones y nunca pierde.

Paul Biya: Dictador camerunés. Hace elecciones y siempre gana.

Omar Hasan Ahmad al-Bashir: Dictador de Sudán. Hace elecciones y siempre gana.

Hosni Mubarak: Autócrata egipcio. Hace elecciones y siempre gana. Tiene planeado heredar la presidencia a su hijo.

Ibrahim Babangida: Dictador nigeriano. Hizo elecciones y siempre ganó.

Idriss Déby: Dictador de Chad. Hace elecciones y siempre gana.

Abdelaziz Bouteflika: Dictador de Argelia. Hace elecciones y siempre gana.

Houari Boumédienne: Dictador de Argelia. Hizo elecciones y siempre ganó.

Suharto: Dictador indonesio. Hizo muchas elecciones y todas las ganó.

Ferdinand Marcos: Autócrata filipino. Hizo elecciones y las ganó todas.

Junta Militar de Myanmar: Dictadura que realiza elecciones y nunca pierde.

Saddam Hussein: Dictador Iraquí. Realizó elecciones y nunca perdió.

Slobodan Milošević: Realizó elecciones, perdió pero no aceptó los resultado. Entonces hubo fuertes protestas en las calles que Milosevic ordenó reprimir duramente, pero las fuerzas armadas se negaron a reprimirlas. Sus comandantes del ejercito (en quienes el confiaba 100% y lo habían apoyado en todo) le indicaron que en esta oportunidad no podían complacerlo. Su régimen de represión se vino abajo sin el apoyo del pueblo y sin la complicidad del ejército. Al estar sólo se vio en la necesidad de aceptar públicamente la derrota.

Caso Fujimori

Cuando Alberto Fujimori gana las elecciones para su segundo periodo en 1995, es cuando los peruanos realmente se dan cuenta de las pretensiones dictatoriales del mandatario. La presión sobre la libre opinión, el cierre de medios de comunicación, la intervención militar de dos universidades y la eliminación de su autonomía fueron los primeros síntomas de la enfermedad que estaba naciendo en Perú: el autoritarismo.

Pero como la Constitución de Perú impedía a Fujimori gobernar por un tercer mandato, muchos dormían tranquilos. Sin embargo, el sueño duró poco, porque enseguida que Fujimori asumió la Presidencia por segunda vez, inició esfuerzos para prolongar su gobierno por lo menos para un tercer periodo.

Los congresistas y las autoridades electorales –Todos apoyaban a Fujimori- aprobaron e interpretaron las leyes según la conveniencia del dictador. Ahora todo estaba listo para que Fujimori se lanzara por tercera vez.

En el año 2000 Fujimori se lanza para su tercer periodo. En Perú se hacen dos vueltas electorales cuando uno de los aspirantes no alcanza el 50% de la totalidad de los votos. La autoridad electoral informó a la nación que habría segunda vuelta ya que Fujimori obtuvo 49,89% de los votos.

Pero, en esta primera vuelta hubo muchas irregularidades reportadas. Entre ellas, se denunció que los militares impidieron la votación en varios centros y la más grave, se comprobó que como la transmisión de los votos era de manera electrónica hacia las computadoras del Sistema Nacional Electoral –lo que también se conoce como centro de totalización-, hubo agentes del gobierno dedicados a abultar el envío de votos para Fujimori. Estos agentes se valieron de oficinas del gobierno y cafés con Internet –Cybercafe- para montar estos centros paralelos de emisión de votos que permitieran a Fujimori controlar la victoria.

En resumen, Fujimori aplicó el fraude electoral electrónico emitiendo votos falsos a su favor. Si se contaban los votos uno por uno en los centros de votación o en el centro de totalización, las actas, los votos y los resultados cuadraban perfectamente a los ojos de los observadores de los partidos y de los organismos internacionales, no había forma de que una auditoria demostrara el fraude. La trampa estaba en la creación de centros de votación clandestinos –verdaderas fábricas de votos- que inflaban los resultados en favor de Fujimori.

Venía la segunda vuelta, Toledo –el adversario de Fujimori- estaba indignado por el fraude de la primera vuelta, pero no podía llamar a abstención porque el voto era obligatorio en Perú. Se le ocurrió recomendar a sus partidarios acudir a votar pero anulando los votos. Había que tomar la boleta de votación y escribirle “No al fraude”, sin elegir a ningún candidato.

Las elecciones ocurrieron y según la autoridad electoral Fujimori ganó con 51% de los votos. El total de votos nulos fue el más grande en la historia de Perú. Las calles se llenaron de gente que fue a protestar frente al palacio de gobierno. La presión fue tan grande que Fujimori acordó con el Congreso celebrar elecciones al año siguiente, elecciones en las que él no participaría. Sin embargo, ya el gobierno no era posible por la cantidad de protestas, Fujimori decide entonces viajar a una reunión económica internacional en Asia. Una vez allá toma un avión a Tokio y desde allí envía un fax al congreso peruano, renunciando a su cargo de Presidente.

Caso Aristide

En el año 2000, dos elecciones tuvieron lugar en Haití. La primera ocurrió en mayo y era para elegir legisladores y autoridades municipales. Hubo participación masiva de la población y los partidos políticos. El partido del dictador Aristide arrasó, dejando sólo uno que otro cargo para la oposición.

Los reporteros, organizaciones internacionales y la oposición denunciaron muchas irregularidades. Entre otras, se comprobó que el gobierno había repartido boletas de votación entre sus partidarios para que las llenaran días antes de la votación, las bandas de terroristas del gobierno aterrorizaron a las comunidades para advertir que castigarían a todo el que se opusiera al gobierno, se fabricaron actas fraudulentas y se inventaron votantes fantasmas en el registro electoral, lo que permitía a Aristide ser el vencedor en cualquier elección. Sin embargo, la OEA no vio mayores irregularidades en las elecciones y aceptó los resultados que daba el gobierno –nada nuevo-

Ahora venían las elecciones presidenciales de noviembre. La oposición no quería volver a ser estafada, todos los partidos que la integraban llamaron a la abstención. El gobierno hizo su circo y se nombró nuevamente a Aristide Presidente de Haití. La abstención fue mayor de 60%.

Ante estos resultados, las protestas en las calles y las denuncias de fraude, las naciones europeas, Estados Unidos y otras democracias del mundo, suspendieron toda ayuda económica para Haití en un gesto de protesta por la situación imperante.

A pesar de todo pasaron los años y llegó enero de 2004, nuevamente había que celebrar elecciones parlamentarias. Esta vez no hubo participación masiva como en las anteriores elecciones parlamentarias, porque la oposición repitió el llamado a la abstención de las elecciones presidenciales del año 2000. El gobierno las celebró con arrogancia y colocó a todos sus representantes en el parlamento, pero el porcentaje de abstención fue otra vez abrumador.

Ahora el Congreso y el Presidente eran ilegítimos. Estas nuevas elecciones sin participación popular trajeron consigo masivas protestas callejeras. El descontento alcanzó los niveles más altos debido al autoritarismo de Aristide y la corrupción de sus partidarios. El país estaba amotinado en una revuelta popular que cobraba vida día a día. Tres semanas aguantó Aristide esta situación de conmoción nacional, hasta que abandonó el país.

Costos de lanzarse contra el dictador en elecciones manipuladas

Siempre es una tentación para los partidos políticos democráticos seguir el juego de los dictadores y tratar de vencerlos en sus elecciones fraudulentas. No obstante, lo que un político, o partido, arriesga en esta osadía es inconmensurable en términos de liderazgo.

Se pueden encontrar líderes con cualquiera de las características que la heterogeneidad humana pueda producir. Los hay carismáticos, violentos, benevolentes, intelectuales, vulgares, educados, políglotas, ignorantes, creyentes, ateos, comunistas, demócratas o con la cualidad que usted se quiera imaginar. Pero lo que realmente caracteriza a un líder son sus resultados.

Por ende, si un político, o partido, se arroja temerariamente en contra del dictador para tratar de obtener más votos que él en las elecciones, se expone a dos resultados posibles:

Si gana, si efectivamente destrona al autócrata ganándole en elecciones, su liderazgo se consolidará inmediatamente, porque todos admirarán su victoria.

Pero si pierde, cosa que es lo más probable, el liderazgo que alcanzó antes de las elecciones se desvanecerá en cinco minutos, porque todos lo culparán por la derrota.

Pueden ustedes recodar las pasadas elecciones presidenciales aquí en Venezuela, cuando Manuel Rosales logró construir un liderazgo que llenaba las calles en donde quiera que se presentara. Para ese entonces, a Rosales las encuestadoras le daban cerca de la mitad del electorado venezolano. Hoy en día, casi un año después de esas elecciones, ese mismo candidato no tiene ni el 10% de los votantes que alguna vez lo apoyaron.

Los dictadores no suelen perder en elecciones

Una dictadura es un gobierno ilegal basado en la violencia y las mentiras. Un dictador es una persona que ha decidido usurpar el poder soberano del pueblo para sojuzgarlo. Los autócratas gobiernan cometiendo crímenes: homicidios, violaciones a los derechos humanos, discriminaciones, expropiaciones, manipulaciones judiciales y todo tipo de hechos ilegales. Como es lógico, robarse las elecciones no es un hecho que atente contra la moral de un dictador, al contrario, es una realidad típica de los abusos del poder que imperan en toda dictadura.

Lo que les sobra a los autócratas es poder, ya que controlan todas las instituciones públicas y los recursos de la nación. En estas condiciones, es muy fácil arreglar las elecciones y hacer fraudes a los votantes.

Si los dictadores crean campos de concentración, encarcelan inocentes por disentir, son corruptos y regalan los recursos nacionales a los extranjeros, ¿cree usted que algo les impedirá usar todo el poder que tienen para hacer trampa en las elecciones? Sería como pensar que un narcotraficante no se atrevería a falsificar una firma.

Como hemos demostrado, casi todos los gobiernos autoritarios realizan elecciones periódicamente, pero eso no significa que las condiciones electorales sean limpias, transparentes y legales. Las autocracias realizan elecciones para legitimar su poder, no para perderlo. Los procesos electorales en las dictaduras son siempre una farsa, un teatro que sirve para aparentar que son gobiernos invencibles que cuentan con el respaldo mayoritario del pueblo.

Las escasas veces que las dictaduras han perdido en sus elecciones manipuladas es porque sus cálculos han sido erróneos, o porque la presión nacional e internacional sobre el gobierno es insoportable. Pero, en concordancia con la historia, es increíblemente poco probable que un dictador pierda en elecciones.

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1 comentario:

  1. En colombia al paso que vamos, estamos a las puertas de una dictadura; que lástima que nuestra nacion se desangre de esta manera, corrupcion, violacion a DDHH, mentiras etc. aqui tambien la gente se muere de ambre.

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