miércoles, 21 de noviembre de 2007

La falta de consenso acaba con los gobiernos

Autores:
José Alberto López Rafaschieri y Luis Alberto López Rafaschieri

www.morochos.org

En toda nación, existe una gama de intereses, que son representados por los diversos sectores que integran la sociedad. En un país normal encontramos diversos factores agrupados con un fin: militares, empresarios, trabajadores, burócratas y profesionales, que a su vez se subdividen en otra serie de ramificaciones. Un ejemplo son los profesionales, los cuales están subdivididos en gremios, sindicatos, colegios y asociaciones para cada profesión en particular –médicos, maestros, abogados, etc.-

Aunque en los países se encuentran todos estos intereses –muchas veces divergentes- esto no significa necesariamente que el interés nacional esté dividido. Es simplemente el resultado de que todos no nos dedicamos a lo mismo, todos no pensamos lo mismo y todos no tenemos las mismas aspiraciones.

No obstante, los países inestables del mundo son generalmente presididos por personajes ignorantes, que saben muy poco de política. La mayoría de estos gobiernos utilizan el poder para establecer un orden arbitrario, no consensuado, que nada tiene que ver con la realidad de la nación. En los países mal gobernados del mundo, el gobernante tiende a desconocer las necesidades de la población, navegando hacia destinos que nadie desea.

Este tipo de gobiernos los vemos con frecuencia en lugares como América Latina y África, donde generalmente algún caudillo asume el control total del poder público, convencido de que sólo él es capaz de poner fin a los problemas que padece la población.

Estos ignorantes individuos, son incapaces de comprender que existe un país, pero diversos intereses y proyectos. Ellos no saben que una de las funciones de un gobernante, es hacer que la confluencia de todos esos grupos sea justa y tenga la menor cantidad de afectados posibles.

Para quienes no tienen entendimiento, “lo que el líder quiere” significa el único interés nacional legítimo de existir. Todo lo demás son ambiciones privadas o de grupos desestabilizadores que merecen el desprecio de las instituciones públicas. De manera que todos los recursos del Estado son utilizados para hacer realidad “lo que el líder quiere” y reprimir al que se oponga.

Tarde o temprano llegan los problemas

Obviamente, un gobierno así inmediatamente desencadena reacciones de protesta del resto de los sectores nacionales, que para nada son consultados en este tipo de regímenes.

Asimismo, como el gobierno no escucha a su pueblo, los problemas de la nación empeoran, ya que todos los funcionarios públicos trabajan para satisfacer al visionario líder. Entonces se crea una poderosa cúpula de burócratas ciegos y sordos que se olvidan del resto del país. Un ambiente que hace florecer la corrupción, perjudicando más los intereses nacionales y alentando más las protestas.

También son ignorantes para responder

Para colmo de males, cuando los ciudadanos comienzan a quejarse por la falta de soluciones, estos gobiernos concluyen que todos los problemas del país son producto de las protestas opositoras, que no han dejado gobernar en paz al líder que, según sus seguidores, nunca se equivoca.

En este momento, el gobierno se convierte en una máquina de represión e ineficiencia, lo que empeora toda la situación. Ahora, quien proteste desde afuera es un enemigo y quien señale errores desde adentro es un traidor. El silencio hace que los problemas se ignoren, hasta que explotan. Y la constante represión hace factible que se pierda la gobernabilidad.

Los gobiernos que ignoran a los demás sectores no duran

Estos gobiernos que sólo se preocupan en hacer realidad la utopía de un solo hombre, dejando de lado las expectativas e intereses de los demás sectores sociales, es lo que explica por qué tenemos tantas crisis políticas en Latinoamérica y por qué los golpes de Estado son parte de nuestra historia.

Por lo tanto, inventarse un proyecto político personal, que favorezca sólo a un hombre y a su grupo, es uno de los peores errores que puede cometer un estadista. En toda la historia, son muy pocos los que han pretendido establecer un orden que sólo beneficie a una facción y sean capaces de mantenerse al frente del gobierno. En regímenes como estos, siempre serán más los que se oponen, en defensa de los legítimos intereses de sus respectivos grupos, lo que desequilibra la balanza en contra de quien gobierna.

Le pasó a Carlos Andrés Pérez en Venezuela, cuando quiso aplicar unilateralmente el paquete económico de su segundo gobierno, ignorando a todos los que lo contrariaban. Le pasó a de la Rúa en Argentina, cuando quiso establecer su programa económico sin escuchar a los sectores adversos. Le pasó a Simón Bolívar en Bolivia, cuando quiso instaurar una presidencia vitalicia, sin importarle lo que los demás pensaban. Y le pasará a todo aquel que, creyendo ser el político más brillante del planeta, pretenda gobernar en un país, sin tomar en cuenta a todas las facciones que lo integran.

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1 comentario:

  1. La nueva constitución que quiere Hugo Chávez es un ejemplo vivo de la falta de consenso.

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